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Una marca es una promesa condensada en un nombre con unos atributos

Todos tenemos en la cabeza a Rafa Nadal, la ciudad de París, el equipo de fútbol al que seguimos, la Coca Cola, Apple… pero también, el restaurante en el que siempre comemos bien, el proveedor que siempre está ahí, San Google para solventarnos casi cualquier duda, o ese amigo al que siempre se puede llamar… Todos tienen un denominador común.

Todos, de manera directa o indirecta, nos prometen algo y por regla general lo cumplen.

Así son las marcas corporativas y personales, una promesa a futuro. Un compromiso que se trabaja de manera constante y que reconoces de muchas formas. Por la imagen de marca, por el servicio que da, por sus productos, por la información que te proporciona… en definitiva, por la confianza y el respeto que se han ganado a base de esfuerzo.

Rafa Nadal nos hace sentir orgullosos, sus victorias las sentimos como propias y sus derrotas nos duelen en el alma. La victoria es una de sus señas de identidad, por eso marcas deportivas hermanan las propias en pro de un sello común.

Pero ¿qué pasa con Paris? Esperas cultura, gastronomía, historia, moda, momentos únicos… Pues bien, todo eso se asocia a una marca, y se cuenta y vende a través de sus oficinas de turismo, a través de todo aquél que tenga que ganar con una imagen solida y diferenciada (restaurantes, museos, hoteles, etc…)

¿No hace falta que te diga lo que ofrece La chispa de la vida? ¿A qué has sabido quién era? Marca, tiempo y buena estrategia han hecho su trabajo. Sin olvidar el producto.

¿Y Apple? No te equivoques, no vende ordenadores, o teléfonos móviles… vende pensamiento. Vende innovación. Son visionarios, y a todos, todos, nos gusta estar en su senda… ¿o, no?

Pero ahora vayamos a territorios más mundanos. Ese entorno en el que nos movemos y en el que confiamos para sacar nuestras vidas y empresas adelante.

Confiamos en un colegio para nuestros hijos porque nos prometen una formación acorde a nuestras expectativas, un entorno y experiencias que trabajen a futuro y en paralelo a nuestra forma de ver la educación.

Pero ¿qué me dices de tu red de colaboradores, proveedores y clientes? De todos ellos esperas compromiso.

Párate a pensar en todos ellos. Confiaste la primera vez por varios motivos. Parecían serios y competentes, su experiencia les hizo ganar puntos, te escuchaban y proponían cosas de interés, sus precios estaban acorde a tu presupuesto y además, todo lo que les rodeaba denotaba profesionalidad.

Pero seguro que te habrás encontrado esa empresa o profesional que es mucho más que la imagen que ofrece. Y te produce sentimientos encontrados. Hoy, que como dice el común de los mortales “todo es fachada” ¿Por qué no reflejan lo que son?

Te contaré una pequeña historia vivida en primera persona.

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Pyme, muy especializada dentro de su sector. Empresa de corte familiar, afanados día a día en sacar su empresa adelante, mejorando producto, racionalizando costes y buscando nuevos mercados. Tan preocupados de la cuenta de resultados y el balance final que no se dieron cuenta de la inversión aparentemente no contable, el capital humano.  

No se dieron cuenta que una buena imagen corporativa habría facilitado la venta revelando la identidad de un equipo competente más allá de un solo comercial. No se dieron cuenta que un buen catálogo e información de producto no necesitaría de una constante presencia personal o telefónica.

No se dieron cuenta hasta que llegó el momento, que abrir mercado y encontrar competencia pertrechada de argumentos de imagen, estrategia de comunicación y buena reputación era sinónimo de miedo al futuro.

Nunca nadie de su entorno les había expresado esa percepción de “desventaja”. Nunca nadie hasta que quisieron formar parte de un “club”(mercado) más grande y ambicioso. Vender donde nadie te conocía. Vender junto con muchos. Vender sin más argumentos que la imagen de marca y producto. 

A día de hoy, con cambio generacional y visión de futuro siguen trabajándose el mercado doméstico y han dado el salto a la exportación. Ahora, su imagen si les hace justicia.

Y es que las oportunidades hay que aprovecharlas.

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Pero volvamos a esa percepción/experiencia que ninguna empresa quiere tener. La negativa. Esas experiencias que van ligadas, si o si a nuestro instinto de supervivencia. Nos alejamos de todo lo que nos produce rechazo, nos hace sentir incómodos o no vemos del todo claro.

Es lo que yo llamo el “síndrome de los zapatos sucios”.

¿Te imaginas un gentleman con unos estupendos zapatos italianos llenos de barro? Chocante ¿no? Hay algo que no casa, algo que desconcierta… y, por si acaso, se aconseja retirada.

Procura que tu imagen corporativa, tu branding no sean zapatos sucios entre tanto bueno.

Ten siempre presente que tan solo doce experiencias positivas pueden suavizar una negativa, y una negativa puede destruir cien positivas (fuente: Havas Worldwide).

La constante mejora como filosofía, escuchar las críticas, exponerse a retos y reflexionar sobre nuestra propia imagen puede ser una lección. Que las cosas funcionen hoy, no es garantía de que funcionen mañana.

Sé como ese amigo, ese colaborador que nunca defrauda porque supera con creces lo que se espera de él. Proporciona confianza y seguridad… Promete y cumple.

Y ahora te pregunto,

¿Cuál es la promesa de tu marca/empresa?

y ¿ la tuya personal?

 

¿A quién ofreces y de quién aceptas anillos de diamantes?

Lo que ayuda a la gente ayuda a los negocios

 Leo Burnett

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2 Comentarios
  • Jesús Delgado Cisneros

    18 octubre, 2016 a las 7:41 pm Responder

    Sencillo y directo, sin dejarse nada en el tintero, pero sin que sobre nada. Un artículo imprescindible y un blog que recomiendo seguir.

    • Virginia Manzano

      18 octubre, 2016 a las 8:05 pm Responder

      Lo primero agradecerte tu tiempo y el mensaje positivo.

      Reflexiones como las aquí expuestas nacen de la cantidad de casos que han pasado por mis manos. De diferentes sectores, tamaños de empresa y perfil de sus gestores.

      Hoy en día no hay fronteras, la información está por todos lados, las opiniones de otros usuarios son pieza clave, y las novedades constantes son una realidad.

      Muchas veces nos complicamos en analizar las cosas y nos perdemos en un sinfín de aspectos que son secundarios. Es tan sencillo como ponernos en el pellejo de otros, tener espíritu crítico y pensar si nosotros mismos nos daríamos una oportunidad.

      Buscamos marcas, empresas, personas que caminen junto a nosotros y no nos defrauden.

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